La verdad es que esta entrada es un poco respuesta a muchos comentarios que vi en meneame sobre el tema de las prohibiciones. Y es algo que la verdad muchas veces me lo planteo, incluso de mi mismo. ¿Vemos la realidad o vivimos en el visor/pantalla de la cámara?

Es que nunca he entendido muy bien eso de vivir la experiencia a través de una cámara, pudiendo vivirla en directo y disfrutar mucho más

Gorgonita

Al ver esos comentarios, lo primero que me vino a la cabeza fueron estas lineas del libro En el principio… fue la línea de comandos:

Hace poco estuve en Disney World, concretamente en la parte llamada el Reino Mágico, caminando por Main Street USA. Esta es la perfecta pequeña ciudad victoriana y cuca que lleva al castillo Disney. Había mucha gente; nos abríamos camino más que caminábamos. Justo delante mío había un hombre con una videocámara. Era una de esas nuevas videocámaras en las que, en vez de mirar por un visor, contemplas una pantalla plana en color del tamaño de un naipe, que televisa en directo lo que quiera que la cámara esté grabando. Sostenía el aparato cerca de la cara, de tal modo que le tapaba la vista. En vez de ir a ver una pequeña ciudad de verdad gratis, había pagado dinero por ver una falsa, y en vez de verla a simple vista estaba contemplándola por televisión.

Y en vez de quedarme en casa y leer un libro, yo le estaba mirando a él.

Una forma de perdernos la realidad, de lo que nos rodea. Es la fotografía (o el vídeo) compulsivo. Hay que inmortalizarlo todo, absolutamente todo, se dispara sin pensar, como si se quisiera documentar el universo entero en 20 minutos. Me recuerda a una cadena de producción, se automatiza el proceso y da igual 8 que 80 que 800.

Para bien o para mal es lo que hay, es una etapa que casi todos los fotógrafos pasan en algún momento de su vida. En algunos dura más, en otros menos, algunos se salvan y otros, desgraciadamente, se quedan en ella para el resto de su vida.

Esto no pasa solo con la fotografía, una fauna similar la podemos encontrar en los twiteros compulsivos, los cuales dedican más tiempo a contar lo que creen que están haciendo que en disfrutar y entender lo que realmente están haciendo. Muchos de los “contagiados de forma permanente” sufren de ambos males.

Pero de nuevo me encuentro con que da la sensación de que meten a todo el mundo en el mismo saco (asumo que no, pero es lo que parece).

La realidad es que ir con una cámara en la mano muchas veces hace que veas más que una persona sin cámara. Te obliga a ir más despacio, quieres verlo todo, desde todos los puntos de vista y con todas las luces posibles.

En este caso, parece que de nuevo estamos haciendo fotos a lo loco, pero, al ir buscando lo distinto, encontramos encuadres curiosos.

Algunas de estas fotos llevan segundos. Por eso muchas veces parece que fotógrafos que encuentran buenos encuadres parecen fotógrafos compulsivos si encuentran tres seguidos, pues saben lo que hacen y son encuadres muy directos.

En otros casos la observación a la que nos fuerza la fotografía (o el vídeo) nos lleva a avanzar muy lentamente, a mirarlo todo tres veces, a no dejar ni medio milímetro sin investigar. Recuerdo hace unos años una salida para hacer setas, muchos de los participantes era la primera vez que hacían este tipo de fotografías. Nos adentramos en un bosque y parecía que no había ni una mísera seta. Al poco de andar les dije que parábamos para comenzar con la actividad. Me miraron con cara rara, pues parecía que no había más que un par de setas para los cerca de 10 que estábamos. El resultado fueron cuatro horas en las que avanzamos poco más de 30 metros, setas por todas partes, pero uno tenía que aprender como verlas, como encontrarlas.

Como curiosidad: el fotógrafo del centro estaba fotografiando una seta justo bajo la cámara del fotógrafo de la derecha, la cual quedó chafada al aflojarse la rotula. El fotógrafo de la derecha pagó un alto precio: un dedo aplastado.

Como siempre, hay de todo en este mundo. A mi me gusta repetir varias veces todas las localizaciones, exprimirlas todo lo que den de si, como en el caso del otoño en el hayedo. Una cámara puede hacer que veas menos, o que veas más. Siempre depende de lo mismo, la actitud, como con cualquier otra cosa en la vida, la actitud y no la herramienta es lo que hace que llegues más lejos o te quedes estancado.

Nota: todos los fotógrafos que salen aquí fotografiados son de los que miran y remiran y terminan sabiendo más del lugar que los que nacieron, sobre todo el primero, su lema es que una foto necesita el tiempo que necesita, y si no sale, ya saldrá, horas me he pasado con el para fotografiar una flor.

Actualización: Samuel me recuerda esta tira de xkcd de la semana pasada que leí pero no recordaba (dios, necesito algo más de memoria).

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